Columna de opinión del periodista especializado en economía Jorge Canono Elorza
A partir de acelerar el ajuste en el tipo
de cambio –comúnmente devaluación- el desafío que presenta la economía será
alcanzar el equilibrio entre la administración de la restricción externa y un
derivado relevante: la inflación.
Un primer paso que trata de asegurar el
equipo económico, es evitar el completo traslado a precios del nuevo tipo de
cambio y consecuentemente su negatividad sobre precios y salarios. Medio paso
ya lo dio con éxito: superó las expectativas sobre maxidevaluación impulsadas
desde grupos empresarios y algunos medios de comunicación que les responden.
El concepto sobre la inflación define las
ideologías de los economistas. Para el pensamiento ortodoxo –el conservador-
obedece al exceso de emisión monetaria. Para el heterodoxo –o estructuralista-
es por la puja en los ingresos o incluso remarque de precios sin aumento de
ofertas.
Para los economistas que asocian la
inflación con emisión monetaria, consideran que la mayor cantidad de dinero en
el mercado produce exceso de demanda. Deducen que este exceso no puede ser
afrontado por la oferta de bienes y servicios, por lo cual la resultante es
aumentar los precios. Este enfoque remite a una interpretación de conducta:
nadie, concretamente, sería responsable de los aumentos, como si el mercado
fuera autónomo de la voluntad humana.
En rigor, la realidad no demuestra esta
interpretación. El Banco Central controla la cantidad de dinero. Pero además la
emisión no es convalidada necesariamente por la actividad privada: EE.UU.
Japón, Europa, expandieron sus bases monetarias para amortiguar la crisis
iniciada en el 2007 y no se tradujeron en mayores precios, aunque hubo caída de
demanda, en especial de los sectores con menores recursos.
Aquí, la emisión monetaria se originó, en
gran medida, en la recompra de divisas excedentes del balance comercial, lo
cual posibilitó acumular reservas. En etapas los precios aumentaron y cuando la
recompra de divisas se redujo, la inflación no se detuvo; por el contrario,
aumentó. En nuestro país la relación cantidad de dinero en relación con el
Producto Interno Bruto –PIB- es baja al compararla con otros países, Brasil y
México, por ejemplos.
Es claro que la oferta de bienes y
servicios responde al incremento de la demanda; por lo mismo la expansión es
expansiva pero no inflacionaria. Como también es claro que hay empresarios que
aumentan sus precios por la mayor demanda, pero en general las empresas basan
su expansión en el crecimiento de la producción. Al respecto, es importante el
control estatal con el propósito de apoyar la producción, tanto por su
significación productiva como social y contener la anterior. ¿Y si no para qué
está el gobierno?
La mayor demanda en los diez años pasados
estuvo convalidada por el crecimiento de la Inversión Bruta
Fija Interna(IBFI) que incrementó su participación en la formación del PIB. Y
esa demanda se apoyó, en gran medida, por ganancias empresarias y mejoramiento
de los salarios.
En el equipo económico su pensamiento sobre
la inflación es que se basa en la puja distributiva: de costos.
Esto implica que el tema será abordado
desde la política, generar coincidencias para sostener e incrementar la
producción y mantener el poder de compra del salario. Quizá esto implique los
cambios en el gabinete. Los ministros Capitanich y Kicillof son los principales
operadores de esa política y sus comunicadores. Reúnen, al parecer dos
condiciones básicas: conocen el tema y se muestran abiertos al diálogo.
Abordaran, a corto plazo, un esquema basado en el acuerdo precios salarios,
sosteniendo el principio que deben ser positivos para las partes.
El gran desafío es conocido en la historia,
que se presenta hoy también en la
Argentina : para ingresar en la etapa del desarrollo económico
se impone la planificación estatal de la industria y su fusión productiva con
el agro, que el nuestro es poderoso, como lo evidencia.
Diciembre 2013-
Canono Elorza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario